
Estoy perdiendo…
Que buitre acecha sin tener hambre.
Que vientre cobija odio y rabia, mezclados con amor y paciencia. Quizás las ganas de respirar le den fuerza al mío, quizás.
Cómo se le obliga a un dormido a ver, si lo que es visible no apacigua. Lo utópico de mí en sueño es más afable.
Las sonrisas atesoradas dentro de mí esperan salir bienaventuradas hacia el mundo.
Les deseo suerte.
Voy empatando…
Si salgo, haré una tregua con el viento, que ya no me reconoce, para que me de la bienvenida, y a cambio, le respirare más seguido. Más profundo. Oxígeno a mi Alma.
Que gran ciudad, tanto así, que no me molesto en saludar al caminante, lo más probable es que no lo vuelva a ver. Idílico para el autista.
Pero yo no lo soy, o quizás sí; queriendo estar solo en este momento me convierto en uno.
Que camino hay que no tenga agujeros, que destino existe que no limite mis deseos de cambiar.
La misma soledad que siente el autista, la siente el sociable. O que, el autista no siente soledad, por que se acompaña el mismo. Soledad es no saber estar contigo mismo.
Que río avanza sin piedras, que hormiga no sigue a la siguiente. Que haría yo sin mí.
No logro pasar a la ventaja…
Que corra el amor, que cunda en su virtud y defecto.
Quiero apreciarlo.
Cuando venga lo recibiré con mi corazón erguido, por mientras, seguiré en lo mismo.
Que triste me siento, que batalla se lucha sin armas.
Golondrina mía, búscame en la canción de mi cólera, me he sumergido en ella, con una sonrisa de máscara, déspota.
Soy un impostor que intenta no serlo; caminando entre piedras. Mi pasado, mi presente; me ha dolido. Y brindo por las veces que perdí las mismas batallas.
Voy perdiendo…
Un círculo ilusorio es mi caminar, a ratos se consolida, se fortifica, se pavimenta o se rompe.
Rojos, verdes, violetas, margaritas, amarillos, naranjas, rosas, rojas. Arco iris en mi balcón. Lúgubre, pequeño; libre.
Que energía es válida para calmarme, cual es tan suficiente, cual es tan inefable, cual es tan hermosa. Quizás es la que siento todos los días, o que sentía, con los que ya no están, son, pero ya no están. O quizás eran ellos.
Sigo perdiendo…
Mi tiempo es invisible, y no me impacienta. Mi sol libertino ilumina sin regla alguna.
Mis párpados cierran para darme paso a mí.
Mi sueño a colores; me energiza al caminar, el viento comunitario, juguetón, me cosquillea.
¡Corre! ¡¡Corre!! ¡Respira! ¡Respira!
Te sonrío realidad. Con gusto y gana desde mi Alma. Soy un niño, alegre, al aire, fluido, risueño, transparente. Ojos en bondad.
Empate…
No, ya no reconozco mi pertenencia. Soy un nuevo extraño incluido ligeramente o infiltrado. Siento un rechazo, mi corazón está caliente, ávido de su característica.
Os quiero mundo, os quiero animales; perros, gatos, peces, tortugas, monos, felinos,
Os quiero arbolitos; eucalipto, pino. Aquél árbol dominante que saludo cada mañana al caminar hacia mi cotidianidad, aquél impetuoso, fornido, musculoso en corteza. Respetable y respetado por los conscientes.
Me sobra amor, y cumplidos que entregar. Y eso mis hermanos de raza no lo comparten, por que no hay nadie mejor que ellos.
Me salí del foco. No hablo de “gente”.
No importan los nombres, si existe quién responda.
Algunos son especiales, no todos, como decía mi madre, siendo así nadie lo sería.
Si puedes contestar, eres igual a mí.
Pero no me siento bien. ¿Por qué ya no siento ese calor? O, ¿Dónde me fui yo?, Dónde se fueron a volar aquellos… que no me invitaron.
Perdí.
Ku mengüen: ¿Por qué lloras?
Ayün; De donde vengo yo, la gente se saluda.
Ku mengüen: No te preocupes, aquí nadie se saluda.
Ayün: ¿¡Que no me preocupe!? Nadie sonríe por que sí, como si no tuvieran razón. Les promueven la soledad.
Ku mengüen: Esta ciudad es tan grande, que no se molestan en saludarse, puesto que lo más probable es que no se volverán a ver.
Pero heme aquí, he venido a saludarte, siempre existirá alguien que responderá.